lunes, 30 de enero de 2012

¿Motos italianas o japonesas?

¿Motos italianas o japonesas? Conoce a ambos pueblos y tendrás la respuesta que buscas, me comentó el amigo Manuel Ría.

Y a ello me dispongo. Todos sabemos que son dos culturas totalmente distintas y esto se refleja en el carácter, en el modo de vida y lógicamente también en las motos. 

El italiano es por naturaleza un pueblo pasional donde la belleza y la estética son fundamentales. Adoran los placeres de la vida. Todo lo que crean tiene que ser acorde con lo bello, ya sea un plato de comida, una escultura o una moto. Y han de expresar plásticamente la pasión que llevan dentro. Sus creaciones transmiten fuerza y hacen vibrar los sentidos.
Mayoritariamente son muy regionalistas, aman su ciudad natal y las costumbres de su tierra. El vínculo familiar es muy importante para ellos. Valoran profundamente sus tradiciones, les gusta polemizar y no se andan con rodeos.


El japonés es un pueblo que vive sus sentimientos, podríamos decir de puertas para adentro. Sólo expresan en público los sentimientos que no afectan al grupo social. Tienen un concepto de la estética totalmente distinto, más basado en la funcionalidad y la perdurabilidad que en la belleza.
Su sentido de la moralidad es muy arraigado. Los japoneses no roban porque desde niños les han inculcado que hacerlo es algo horrible. Su estricta educación es más sagrada que cualquier ley y marca su carácter desde su nacimiento. Sienten pánico al rechazo social y viven en una sociedad vertical en la que siempre ha existido y existirá superioridad de unos miembros respecto a otros. Tienen un gran sentimiento de compromiso social ya que por su situación geográfica y la escasa riqueza de su tierra, se han visto obligados a trabajar en grupo y a colaborar para sobrevivir. Sienten la empresa como parte de su familia dando lugar a una gran union entre empresario y trabajador. Durante décadas antepusieron el trabajo a sus familias, aunque esto va cambiando siguen concediendo extrema importancia a los títulos académicos y a los logros laborales y se podría decir que viven para su país.

Tras estos datos sobre las dos culturas, breves pero creo que suficientes para situarnos frente a ellos, vamos a hablar sobre las motos procedentes de ambos países.

Se puede asegurar que, en general y con la excepción de Alemania -aludiendo a BMW que suelen ser motos bastante fiables- las europeas son motos que se compran con el corazón, tanto por diseño y componentes como por prestaciones, el problema es que son más frágiles y muy amigas del taller, además de que se devalúan antes.
Los japoneses, en líneas generales, insisto, copian y mejoran lo que otros crean pero lo único que nunca lograrán copiar es la esencia de las máquinas. 


Resumiendo, las motos italianas son todo pasión, componentes de alta calidad efectiva pero de dudosa durabilidad.
Las motos japonesas tienen mejores prestaciones y son poco problemáticas pero les falta corazón.

jueves, 19 de enero de 2012

Un pequeño cuento para niños grandes


Este cuento surgió de una conversación con un amigo en la que le estaba contando que siempre he querido tener un microscopio y un telescopio. Me propuso escribir algo con grande, pequeño, macro, micro, cerca, lejos. Y el resultado fue éste. Parece un cuento de navidad, pero es pura casualidad. Se empieza a escribir y ni uno mismo conoce cuál va a ser el final.



Era una mañana cercana a la Navidad. Fuera, estaba comenzando a nevar con fuerza y las lágrimas heladas se depositaban suavemente en el suelo.
El profesor seguía allí a lo lejos llenando la oscura pizarra de números incomprensibles,  a tal velocidad que su mano parecía poseída por algún demonio. O al menos eso le parecía a Harper cuando pensó:
-Oh no, otra vez nieva. Odio la nieve. La campana tocará enseguida y sé lo que pasará.
En efecto, no se equivocó. Sus pensamientos aún no habían llegado al aire cuando aquel artefacto misteriosamente escondido sonó y sonó una y otra vez.
Se organizó un revuelo instantáneo de niños corriendo hacia sus abrigos. Todos parecían tener prisa, todos menos Harper.
Intentó retrasar lo inevitable arrastrando pesadamente sus pies hasta la puerta, pero no le sirvió de nada. Cuando puso la mano en aquella horrible manilla que lo separaba del mundo exterior, ellos lo estaban esperando, para hacer lo mismo de siempre: reírse de él.
-Oh Peck, qué frío vas a pasar. Está nevando. Ja,ja,ja. No te gusta la nieve,¿verdad? -dijo el peor de todos ellos, un grandullón llamado Hard.
Desde la puerta a Harper aún le dio tiempo a pensar cómo dos nombres tan parecidos podían significar cosas tan distintas. De algún modo al ponerte un nombre están marcando tu destino, sin duda.
Mientras Harper se iba acercando hacia ellos,  Hard siguió rugiendo acompañado de sus secuaces:
-Déjame recordarte una cosa, enano. Te voy a hacer un gran favor diciéndotelo porque seguro que tu cabeza de mosquito no puede pensar más de un segundo seguido. Ja,ja,ja,ja -nuevo coro de risas de los secuaces.-
Harper aguantaba el chaparrón de insultos lo más quieto posible, como hacía siempre. Solo que esta vez iba unido a que se estaba quedando helado porque la nieve ya casi le había empapado. Hard siguió bramando:
-Dentro de dos días es Navidad. Lástima que seas huérfano y la tengas que pasar en ese horrible lugar donde vives. Me gustaría que cenaras con mi familia para que supieras lo que es una cena de Nochebuena en un hogar. Qué pena que seamos demasiados. No hay sitio ni siquiera para un minúsculo mosquito como tú, a  no ser que quieras morir aplastado por mi puño. Un coro de risas acompañó la voz de Hard.

En el instante en que Harper oyó aquellas palabras su corazón se aceleró tanto que se acercó corriendo a Hard y a punto estuvo de darle un puñetazo en su voluminosa barriga, que era la única parte de aquel odioso cuerpo que quedaba a su altura. En una décima de segundo se dio cuenta de que si su puño caía en la panza de aquel bruto habría firmado su sentencia de muerte. Sentía tanta rabia y le dolían tanto las palabras de Hard que echó a correr, tan de repente y tan rápido que a ninguno de aquellos bestias les dio tiempo a reaccionar.
Aún oyó durante un tiempo aquella horrible voz gritándole:
-El pequeño peck se ha enfadado. Pobrecillo. Eh, pequeña cucaracha, a tu mansión no se va por ese camino. ¿Te vas a escapar? ¿Nos vas a dar el disgusto de no volverte a ver nunca más?-dijo aquel matón mientras los demás seguían riendo.
Llevaba un buen rato corriendo con aquellas risas resonando en su cabeza cuando se dio cuenta de que estaba empapado, cansado y que la nieve caía cada vez con más fuerza. Vio que había llegado hasta el bosque y pensó en refugiarse en él hasta que amainara un poco. Fue  directo hacia un inmenso abeto, se sentó apoyando su espalda en su tronco y escondiendo su cabeza entre las piernas comenzó a llorar.
Seguía llorando cuando oyó una débil voz que le decía:
-Eh, grandullón. Ten más cuidado, me estás mojando y con este frío cogeré una pulmonía por tu culpa.
Se sorprendió tanto de que alguien le llamara grandullón que levantó su cabeza buscando a la persona que le había hablado así.
Pero por más que miraba no veía a nadie. De repente la voz volvió a hablar:
-Estoy aquí, a tus pies. Sentada en tu zapato.
Sorprendido y asustado Harper dió un respingo,  miró hacia sus pies y  vio un diminuto ser  que le seguía hablando:
-Cuando uno es grande tiene que tener mucho cuidado con lo que hace.
Harper pensó que estaba soñando y después de restregarse los ojos con tanta fuerza que los dejó rojos como tomates, se pellizcó. La verdad es que el pellizco le hizo daño pero aún así no estaba convencido de estar despierto. Se estiró del pelo con fuerza:
-Ay, esto duele. Pero es imposible que esté despierto. Debe ser una pesadilla.
-No grandullón, no estás dormido. Estás en el bosque, sentado debajo de un abeto y has llorado tanto que me has puesto empapada. Lo menos que podías hacer es presentarte y contarme el motivo de tus lágrimas, ¿no crees?
-Sí....sí -dudó Harper- ¿Pero tú quien eres? ¿Por qué eres tan pequeña?
-No soy pequeña -se enfadó aquel ser- Soy del mismo tamaño que todos los de mi especie. Soy un duende. Me llamo Lily. Y ahora, ¿vas a contestarme de una vez?
Aún no se había repuesto del susto pero consigió articular algunas palabras:
-Me llamo Harper. Vivo en el pueblo y lloraba porque...-y le contó a Lily lo que le había sucedido. Cuando terminó de hablar le dijo a la duendecilla mirándola fijamente:
-Imagínate, si se ríen de mí porque soy pequeño, si te vieran a ti...-dejó el final de la frase en el aire-

-Por eso nunca me verán. Cuéntame por qué odias la nieve.
-Un día que nevaba mucho mis padres salieron de casa y nunca volvieron. Tuvieron un accidente. Murieron. ¡Si hubiera ido con ellos estaría muerto yo también! Y ahora no estaría solo.
-¿Y no crees que si estás aquí es para algo?
-Sí, ¡para que se rían de mí ! -contestó enfadado- Es lo único que hacen.  Nadie me quiere.
-Qué extraño. ¿Estás seguro de que nadie te quiere?
-Bueno....nadie...hay dos personas que quizá...Quieren que vaya a vivir con ellos y ser mis padres. ¡Pero yo no quiero! ¡No, no y no!
-¿Y por qué no quieres, grandullón?
-Porque yo quiero a mis padres de verdad y ellos nunca más van a estar conmigo.
-Bueno grandullón, no te enfades.¡ Se me acaba de ocurrir una gran idea!
¿Quieres que te cuente un cuento? Lo hago muy bien.
-¿Estás loca? Los cuentos son para niños pequeños. Y yo no lo soy.
-Estás muy equivocado grandullón. Yo no soy una niña pequeña y me encantan los cuentos. Porque los cuentos son para aquellos que tienen corazón de niño, aunque ya no lo sean -dijo muy seria la duendecilla- Además, no pierdes nada. Ahí fuera sigue nevando y quizá tengamos que quedarnos aquí un buen rato. Puede que te haga cambiar de opinión acerca de los cuentos.
-Bueno -dijo Harper un poco enfadado- Pero seguro que no cambio de opinión.
-Te lo contaré. Pero acércame un poco más a ti que me voy a quedar afónica de tanto gritar.
Harper puso a la duendecilla en la palma de su mano, ella se sentó y comenzó su cuento.

martes, 17 de enero de 2012

Pájaros sin alas



Todos los días imagino qué habrá ahora tras este muro. Cuánto habrá cambiado mi barrio. Quién habrá muerto. Quién habrá nacido. Si habrán florecido los geranios en los balcones. Si el tendero de la esquina seguirá rumiando quejas todas las mañanas. Dónde estará aquel chico al que encontraba todas las tardes  en la cafetería y me miraba sin decir nada.
Todos los días  imagino eso y mil cosas más. Lo hago para no pensar. Y lo escribo en este diario para que algún día mi hija sepa cómo su madre iba desgranando los días de su condena, con la única esperanza de verla nacer y rezando para que no se parezca a su padre, y quizá tampoco a mí. Quiero que lo primero que vea sea mi cara y lo primero que sienta sea mi abrazo, para que desde su primer minuto de vida sepa que siempre la protegeré.
Mi hija nacerá en la cárcel. Igual que yo. Ella al menos sabrá por qué. Tendrá datos suficientes para poder decidir por sí misma si perdonarme o echarme a los leones. Y espero que comprenda mucho antes de lo que yo lo hice.

Mi madre era una mujer normal, con una vida normal, nacida en un barrio normal, rodeada de gente normal. En definitiva, su vida se podría considerar aburrida. Pero ella era feliz. Y lo fue mucho más cuando lo conoció a él. Se casaron en una iglesia normal, compraron un piso normal y se amaban dentro de lo normal. Hasta que sucedió aquello que hizo que mi madre dejara de ser una mujer normal.
Una tarde como otra cualquiera, volvió a su piso normal y algo no era normal. Oyó ruidos en el dormitorio. Fue hasta la puerta, y allí estaba él, en la cama, con otra mujer que también parecía normal. Ni siquiera la vieron. Sin expresión alguna en el rostro, mi madre se dirigió al salón, cogió la escopeta de caza que él tenía desde hacía un par de meses, volvió al dormitorio y disparó una y otra vez.
Dejó caer la escopeta y se sentó a esperar…
Así fue como una mujer normal llegó a todos los diarios, a todas las pantallas y a unos cuantos medios de comunicación más.
Tras las pruebas psiquiátricas no hubo duda de que sufría una enajenación mental transitoria. Aunque para ella no fue transitoria. Nunca se recuperó. Se dejó llevar cuando en la cárcel le dijeron que estaba embarazada y que el tratamiento con ansiolíticos sería perjudicial para el bebé.
Siguió perdida en su mundo mientras yo crecía dentro de ella. Cuando estaba a punto de nacer le aconsejaron que me diera en adopción. “No estás capacitada para criar un bebé, y menos en la cárcel”, le dijeron. Y ella firmó los papeles, sin saber siquiera que lo hacía.
Le prometieron que en cuanto naciera la niña le pondrían un tratamiento que la haría sentir mejor, y que con un poco de paciencia y muchas ganas volvería a tener una vida normal. Pero no tuvo tiempo. Una mañana (nadie se explicó cómo, dijeron después), subió hasta lo alto de la escalera de incendios y se lanzó al vacío. Fue su último vuelo.



En busca de un sueño



 Éste fue el primer cuento que escribí. Lo he copiado incluso con los mismos dibujos que le puse antaño. Es una tontería, pero le tengo un cariño especial. Tiene muchas imperfecciones, mas la vida es imperfecta


Erase una vez que se era, en un lugar como otro cualquiera, donde las calles  no llevan a ninguna parte pero conducen a todas, y el sol unos días nos calienta y otros nos molesta, que vivían dos hermanos que lo tenían todo...todo menos una cosa: buscaban un sueño
Una mañana cuando  Diego volvió a casa encontró a su hermano muy pensativo con la mirada perdida en el horizonte.
Diego le preguntó:
- ¿qué piensas  Alonso? Ni siquiera me oíste llegar
-Hermano, ¿tú eres feliz?
-Sí...bueno,al menos eso creo. Vivimos en un lugar bonito,tengo un trabajo que me gusta, sale el sol por la mañana,no nos falta qué comer, ¿qué mas puedo desear?
-Un sueño...necesito  ese sueño para ser realmente feliz. Busco un lugar donde la lluvia haga que la tierra nunca se seque, donde los sueños sean de colores. Un lugar  donde no falte la música y donde encontrar una mujer  dulce que me llame por mi nombre y suene como si fuera la primera vez que lo escucho. Necesito sentir...y aquí no lo consigo
-Alonso, en verdad me parece un sueño irrealizable. ¿Estás seguro de poder encontrar todo eso que dices?
-No lo sé  Diego, pero al menos quiero intentarlo. Sin eso mi vida no esta completa...no puedo ser feliz
-¿Y qué piensas hacer para encontrarlo?
-Simplemente buscar. He decidido que voy a dejar todo lo que tengo, que en realidad no es nada, para intentar encontrar la felicidad que tanto ansío
-Dura decisión Alonso. ¿No tienes miedo?
-Por supuesto Diego, sólo soy un mortal...y por eso, prefiero morir en el intento que seguir con esta vida que no tiene signficado para mí.
-Te envidio hermano. Ojalá yo tuviera tu valor
-Puedes intentarlo pero la decisión es sólo tuya. Nadie puede decidir por ti. Voy a prepararlo todo para salir cuanto antes
-Y, ¿adónde vas a ir?  ¿por dónde empezarás tu busqueda?
-No lo sé, ni me importa realmente...iré donde el destino me lleve
A la mañana siguiente,Diego le dijo a su hermano:
-Alonso, te voy a acompañar en tu viaje. Parece perfecto ese lugar que sueñas y no quiero perdérmelo por no ser suficientemente valiente

Y así fue como una mañana los dos hermanos dejaron todo lo que hasta entonces conocían y partieron en busca de un sueño.
Pasaron por muchos lugares, demasiados quizá. Pero en unos la música no sonaba, en otros la tierra se secaba, en otros los sueños no eran de colores...y en ninguno encontraron a esa dulce mujer que buscaban.
Un dia en que Diego estaba sumamente cansado de aquella aventura, le dijo a su hermano
 -Alonso, ¿crees que merece la pena todo lo que hemos dejado atrás para buscar algo que ni siquiera sabemos si algun día vamos a encontrar?
 -Para mí esta busqueda  ya es lo único que puede dar sentido a mi vida, hemos recorrido tanto camino que ahora no me puedo rendir. Sé que mi recompensa llegará, pero si no llega habré  luchado por mi sueño hasta la muerte. Tú puedes regresar a casa si quieres.
-Ya no sé qué pensar Alonso.Estoy demasiado cansado para siquiera encontrarle la lógica a nuestro viaje
-No pienses hermano,sólo siente. Ahí está la  llave de nuestro sueño
-Está bien.Ya que he llegado hasta aquí intentaré luchar un poco más

                               Y pasaron los dias,y pasaron los meses, y el sol salió y se puso tantas veces que ni siquiera recordaban cuánto  tiempo hacía que abandonaron su hogar
 Hasta que una mañana, cuando estaban a punto de llegar a la cima de una montaña, oyeron una dulce música. Corrieron tan rápido como sus fuerzas les permitían y cuando llegaron a lo alto, lo que vieron les dejó sin respiración.
 Tenían delante  un lugar tan maravilloso que les daba miedo mirarlo.
Todo era perfecto. Aquel lugar era el sueño que habian estado buscando durante tanto tiempo. Por fin habían llegado al final del viaje. Alonso dijo:
-Hermano, lo logramos. Démonos prisa en llegar al lugar con que tantas veces hemos soñado.
                               
                                
Y así  los dos hermanos comenzaron una nueva vida en aquel lugar perfecto. Hasta que una mañana cuando Alonso volvió a casa encontró a su hermano muy pensativo, con la mirada perdida en el horizonte.Y le preguntó:
-¿Qué te pasa hermano? Hemos encontrado lo que siempre soñamos. Lo tenemos todo.
¿Acaso no eres feliz?
-No ,Alonso,no soy feliz. Este lugar es maravilloso pero en mi sueño...la tierra no florecía de la misma manera, los sueños no eran de los mismos colores, la música no sonaba igual, ninguna mujer me ha llamado por mi nombre como si no lo hubiera escuchado nunca y...no siento ese cosquilleo que me dé la felicidad.
-Lo siento hermano. Qué egoista he sido. No imaginé que tu sueño fuera distinto al mío. Te he hecho recorrer medio mundo para encontrar mi sueño, sin preguntarme ni una sola vez si era el mismo que tú esperabas encontrar....

                                        Y colorín,colorado....este cuento se ha  acabado


Moraleja

Es imposible compartir el mismo sueño porque no hay dos personas que sueñen de la misma manera
Lo realmente bonito es  comprender que todos tenemos nuestros sueños propios y, si es posible, hallar un lugar  a mitad de camino entre ellos para poder  disfrutarlos en compañía.
Y sobre todo, sobre todo, comprender que cuando un sueño se hace realidad deja de ser un sueño, y por mucho que nos lo intentemos negar, siempre necesitaremos un sueño para seguir viviendo....


Autora: Ana Belén Burillo Licer

                              

lunes, 16 de enero de 2012

PRINCESA





Por el dulce camino
de la esperanza,
galopa brioso
un corcel azul.
Teñido de penas
avanza y avanza,
su corazón llora
y sobre sus alas,
pesan mil cadenas
que rompen su alma.
¡Oh,Dios de los cielos
déjame volar,
más de mil condenas
he cumplido ya!
Por todas las tierras
por donde pasé
siempre la he buscado
...y no la encontré.
Busco a la princesa
de mi soledad
la que me cautiva
y me hace llorar.
Busco a la princesa
de mi voluntad
y que me libere
de esta ansiedad.
He buscado en las tinieblas
y en el azul del mar,
he buscado en la guerra
y he buscado en la paz.
¿Dónde te escondes princesa?
¿En mis entrañas quizás?
¿O vives en el fuego de la locura
que abrasándome está?
Te reto bella princesa
que has hechizado mi vida
y juro que te encontraré
estés donde estés escondida.
Tu llama contra mi llama
mi esperanza contra tí,
tu poder contra mi alma
y la vida que te ofrecí.
¡Oh,dama de los abismos
mis labios gritan por tí,
no quiero estar en tus redes
sólo quiero ser feliz!
Cuando todo esto acabe
te prometo,extraña amiga
que tú estarás muerta
y yo...viva

                           19 de diciembre de 1988

La maté porque era mía


Este poema lo escribí cargada de rabia un día en que como tantos otros y por desgracia, un lobo disfrazado de cordero asesinó a su mujer. Hubiera preferido no tenerlo que escribir.   




La maté porque era mía
mía y de nadie más
mía mientras dormía
y mía al despertar
mía cuando sus ojos
ya no querían mirar.



Mía, sólo era mía
desde que la comencé a amar
y mía cuando sus pasos
quisieron dejarme atrás.

Fue mía en su agonía
fue mía en su marchitar
cuando su sangre caía
sintiendo la muerte llegar.

Fue mía desde aquel día
en que la conocí por azar
y en ese mismo instante supe
que la habría de matar.

Por siempre serás sólo mía
diez rosas te he de llevar
a una tumba oscura y fría
no me vayas a olvidar.

Siempre mía, siempre mía
repetía sin cesar
mientras el puñal hundía
diez  veces y ni una más.

                                                                                         Por fin mía, sólo mía
                                                                                         ya no te puedes marchar
                                                                                         ya no mirarás a nadie
                                                                                         ni nadie te mirará.

                                                                                          Mía porque eres mía
                                                                                          ya no lo puedes negar
                                                                                          siento crecer mi alegría...
                                                                                          ya nunca me dejarás.
                                                                                                        


A.B.B. 25 de noviembre de 2001



Podría odiarte tanto


Podría odiarte tanto
que acercaría la luna a tu tejado
para que su canto confundiera
tus sueños.
Podría odiarte tanto
que abriría la ventana de mis ojos
para que tu alma
se precipitara por ellos.
Podría odiarte tanto
que por la mañana mis labios
te dejaran sin besos
y por la noche mis besos
te dejaran sin sueños.

Podría odiarte tanto
que al acercarme a ti
mis manos silenciosas
robaran tu cuerpo
llevándolo a un lugar
sin espacio ni tiempo.
Podría odiarte tanto
que al alejarme caminando
tu inseparable sombra
siguiera mis pasos.
Podría odiarte tanto
que tu alma orgullosa
fingiera que me sigue odiando.
Podría odiarte tanto…
tanto, tanto, tanto,
que odiarte tan fuerte…
me hiciera daño.

A.B.B. 2 de agosto de 2006


Fuego



Este poema lo escribí un verano  en que los incendios  nos cercaban en Santiago de Compostela. Sentí mucha rabia


Quiero
 fuego al besarte
arder al devorarte
llamas en mis manos
humo al separarnos
ahogarme en tu cuerpo
respirar tu boca
que me piquen los ojos
al quitarte la ropa





No quiero
fuego en las ramas
arder en tu hoguera
llamas en la noche
humo en tu mirada
ahogarme en el bosque
respirar tu  venganza
que me piquen los ojos
de llorar tu hazaña.


A.B.B. 18 de agosto de 2006