martes, 18 de diciembre de 2012

Ecuaciones sin solución



Para Aurora López, que me hace pensar sin querer en que a veces  pensando no se piensa.

El problema de pensar plantea muchas ecuaciones que no llevan a ninguna solución real. No se puede resolver lo que no se sabe cómo ha empezado.
Los pensamientos no tienen principio ni fin. Se encadenan unos a otros, mañana, tarde y noche. Día tras día. Mes tras mes. Año tras año. Sin descanso. No conceden tregua aunque la bandera blanca se agite en la mente.
Gritan como si tuvieran miedo a la soledad, como si no quisieran escuchar su propia voz. Se han acostumbrado a vivir dentro de un circulo que da vueltas como una lavadora; unas veces giran más deprisa y otras su ritmo se ralentiza. Incluso en alguna ocasión llegan a pararse durante unos instantes para observarse entre ellos y comprobar que siguen todos ahí. Se vigilan para asegurarse de que ninguno se queda atrás ni intenta huir.
Son la simbiosis perfectamente imperfecta. El ying y el yang. El blanco y el negro. La cárcel de la que no se puede escapar porque al querer hacerlo tenemos que pensar cómo, cuándo y por qué.
Pasamos la vida pensando. O la vida pasa a nuestro lado mientras lo hacemos. Y pensar en la vida nos conduce irremediablemente a pensar en el final del camino: la muerte. Mas la muerte genera vida. Lo que nos lleva a pensar que la vida no tiene principio ni final, que siempre está ahí. Como los pensamientos.
Los pensamientos son la antesala de los sentimientos; o puede ser que pensemos porque sentimos.
¿Pensamos en el amor o sentimos amor y pensamos en él?
¿Pensamos en la amistad o tenemos amigos y pensamos en ellos?
¿Pensamos en los problemas o los problemas nos hacen pensar?
Pensar nos plantea miles de preguntas, muchas de ellas sin respuesta o con respuestas que no estamos dispuestos a escuchar y olvidamos haber pensado.
Tenemos pensamientos bellos con la esperanza de que se hagan realidad, de que llenen nuestras vidas de ilusiones, de que ese pensamiento revitalizante y el sentimiento que lo escolta nos desborden y rieguen el páramo de la tristeza. Puede ser que eso sea la felicidad: una secuencia más o menos larga de pensamientos y sentimientos de belleza desulumbrante. O puede que no.
Algunos pensamientos van de la mano de la melancolía. Nos traen a la memoria sabores del pasado donde quedaron anclados y no renunciamos a que vuelvan a llenar nuestra boca, aun sabiendo que nunca los podremos volver a saborear. Estos malvados nos hacen sentir perdidos y frágiles.
Otros están enredados con la tristeza y se agarran con fuertes e inquebrantables raíces a nuestro corazón dejándolo sin respiración. Tanto dolor ahoga a los sentimientos de buena voluntad.
Existen tantos pensamientos como sentimientos. O quizá deberíamos aplicar la propiedad conmutativa. El orden de los factores no altera el producto.
Y si no hay suficientes pensamientos para cubrir nuestras necesidades sentimentales, inventamos la manera de estar siempre abastecidos.
No hay mejor manera de recibir a nuevo día, y puede ser que tampoco peor, que pensando.
"¿Qué día es hoy?...Parece que va a llover y no sé dónde está el paraguas...Pese a todo va a ser un día maravilloso". Y lo pasaremos pensando.
"Qué vamos a comer. Cómo llegaremos a fin de mes. Ocurrirá algo maravilloso que cambie nuestras monótonas vidas. Me llamará Equis y saldremos a cenar. Les irá bien a los niños en el colegio. Cuándo dejarán los políticos de creer que somos tontos. El jefe reconocerá por fin mi trabajo. Qué cortos son los días. Me tengo que acostar y han quedado mil cosas sin hacer. Voy a intentar dormir y mañana será otro día..."
Pensamiento-pregunta-duda-pensamiento.
A menudo los pensamientos se suceden tan deprisa que se diría están dispuestos a matarse entre ellos. No da tiempo a pensar que estamos pensando. Llegan dispuestos a provocarnos ansiedad, nervios, angustia, deseos de que pase rápido y llegue el siguiente. Prisas por vivir.
Al minuto siguiente pensamos que nos gustaría que el reloj se parase de repente, que la arena dejase de caer y ese instante durase eternamente. Deseos malempleados en una causa perdida, porque el reloj solamente se detiene en nuestro último segundo de vida.
Y a ese pensamiento le sigue otro y otro y otro más; engranados en ese eje que va haciendo girar el circulo perfecto. Ese principio sin fin y ese fin sin principio, porque estamos encadenados a lo que recordamos y a lo que deseamos poder recordar y somos incapaces de que vuelva a nuestro pensamiento. Hace tiempo que dejamos de sentirlo porque dejamos de pensarlo. ¿O era al revés?
Estamos encadenados a lo que sentimos y a lo que nos gustaría sentir sin pensar; a lo que pensamos y a lo que nos gustaría olvidar que hemos pensado.
Porque mientras pensamos que pasa la vida...pasamos la vida pensando.
                                   A.B.B. 18 de diciembre de 2012



                                                  

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