domingo, 31 de marzo de 2013

Cuando el corazón entra por la ventana el amor sale por la puerta

Cuando el corazón entra por la ventana el amor sale por la puerta

Una historia inacabada que empecé hace ya unos cuantos años y que surgió como un juego entre varios amigos. Escrita en un lenguaje muy de la calle, los personajes son reales aunque las situaciones no lo son. Cada cual escribía su relato y en un momento dado, introducíamos a los demás en nuestro propio relato.
Mi vida se volvió un tanto oscura y no la continué, pero el otro día decidí subirla al blog letra por letra, porque aunque los chistecitos estén hoy por hoy bastante desfasados, todos tenemos derecho a una sonrisa de vez en cuando. Y lo inacabado también tiene derecho a ver la luz.
La idea de escribir los pensamientos me vino recordando la película Cosas que hacen que la vida valga la pena, de Manuel Gómez Pereira. Si no la habéis visto os la recomiendo.






Marisa desde hacía algún tiempo -no quería ni pensar cuánto- no necesitaba poner el despertador. Se encargaban de despertarla los ruidos de la odiosa obra que se estaba acometiendo en su edificio. Cuando abría los ojos y veía aquel andamio con su red de seguridad y todos los artilugios correspondientes, deseaba volverlos a cerrar. Su único consuelo era que los obreros debían ser todos católicos y gracias al cielo tenían como norma descansar los domingos. Pasaba la semana ansiando que llegara el día del Señor. La especie de delirium por reformas que la consumía, le había llevado incluso a tachar los días en el calendario que tenía en la cocina.
Mañana tras mañana saltaba de la cama para refugiarse en la ducha. Al menos allí el caer del agua mitigaba el sonido de frases como "Manolo, ¿cómo quedó ayer el Betis?". A lo cual el tal Manolo, que se encontraba tres plantas más abajo tenía los suficientes pulmones para responder "¡zeráz cabronazo! Me voy a cagá en tó tuz muerto como ziga con er cachondeíto, compare.
Aquel lunes, como todos, salió de la ducha, se enfundó en su albornoz y de dirigió como si la vida le fuera en ello en busca del bolígrafo que tacharía otro de esos odiosos días. "Cualquier día me da un arrebato, me hago un sándwich con el calendario y me lo desayuno" -pensó-.
El grito que dio al poner el primer pie en la cocina y ver a un hombre bebiendo un vaso de agua tan ricamente, ya lo hubiera querido el señor Hitchcock para cualquiera de sus actrices.
Y ya no tan sólo por el susto de encontrar a un desconocido en su cocina a esas horas de la mañana, ya que eso le había ocurrido más de una vez después de una noche de demasiadas copas, sino porque al verlo pensó "Dios mío, es el hombre más feo que he visto en mi vida. Si Picasso lo hubiera conocido se habría dedicado a la apicultura".
Ni qué decir tiene que mientras su grito superaba en decibelios a los golpes de los martillos, al pobre hombre del susto le empezó a temblar hasta el carnet de identidad y se le cayó el vaso al suelo con el considerable estropicio, a la par que pensaba "Ojú, ez la hembra máz guapa que miz abultaoz ojoz podrán ver nunca jamá".
Mientras Marisa le hacía la típica pregunta de ¿qué hace usted aquí?, aún le quedaron fuerzas para pensar "¿qué pecado cometieron sus padres para concederles un hijo tan imposible de mirar?".
- No ze azuzte zeñora. Encantadízimo de conocela. Zoy Manolo. Eztaba en el andamio y me recorrió tó mi cuerpo un dezeo incontenible de bebé. Vi zu ventana abierta, dí una vó, penzé que no eztaba uzté...y entré. Uzté dizculpe. No quería moleztá. Déjeme algo pá recogé tó ezto y ze lo dejo como lo chorro der oro en un 
pi-pá.
"O sea que éste es el tal Manolo, no el del bombo sino el del Bétis" -pensó Marisa, que ya no sabía si reírse o llorar-.
- No se preocupe hombre. Si es una situación de lo más normal. Cualquier día Almodovar hace una película con mi vida.
Puede entrar cuando quiera, aunque no estaría de más que diera siempre una vó de esas antes de pasar. Me llamo Marisa, para que me vocee a gusto cuando necesite algo.
- Conocela ha zío un placé pá tó miz zentío. Y ahora me voy, que ya la he moleztaó baztante.
Dicho lo cual salió por la ventana como si tal cosa.
Marisa dejó lo que quedaba del vaso en el mismo lugar donde estaba, se vistió a toda prisa sin darle demasiada importancia a lo que cogía del armario -el breve pero intenso encuentro la había dejado un tanto impresionada- y bajó en el ascensor pensando "algo bueno tenía que salir de esta interminable obra. Al menos si me olvido las llaves de casa podré entrar escalando por el andamio". La sola idea la hizo reír.
Cuando salió a la calle, instintivamente su mirada se desplazó hacia el andamio en cuestión. Allí estaba el tal Manolo, con unos cuantos manitas más de la construcción, haciendo Dios sabe qué. Levantó la mano y le dijo: "otra vé encantado zeñorita. Que tenga uzté un buen día", mientras tan dentro de sí como su reducido cuerpo le permitía, pensaba "a ézta no la dejo ezcapá aunque tenga que bebeme pa ello toíta er agua de ezta ciudá".
Si cuento esto en la oficina se van a estar riendo de mí hasta el día del Juicio Final por la noche -pensaba Marisa, perdiéndose entre la gente sin saber que era vigilada desde las alturas.
A la mañana siguiente, Marisa estaba peleándose con las naranjas para hacerse un zumo, cuando escuchó a Manolo preguntar: "zeñorita Mariza, eztá uzté ahí?
Asomó la cabeza por la puerta de la cocina y le dijo:
- Pasa Manolo, pasa. Como si estuvieras en tu casa. Presiento que vienes a por agua. ¿Te apetece un zumo?
- "A lo que vengo no te lo voy a decí de momento, mushasha" pensó mientras decía: Musha gracia zeñorita Mariza. Deje, deje, yo loz preparo.
- ¿Quieres dejar de llamarme "señorita Marisa"? -le dijo mientras Manolo le acercaba el vaso de zumo-. Me da la impresión de que en cualquier momento voy a tener que decir aquello de "a Dios pongo por testigo de que nunca volveré a pasar hambre" recitó emulando a la terrible Scarlett O'Hara.
- Que me entere yo de que uzté paza hambre, zeñorita. Zi hace falta le traigo tó lo día un taperguar pa que alimente bien eza zonriza que tiene, que ilumina má que toa la inztalazión der edificio.
Una carcajada escapó de los labios de Marisa que era incapaz de articular palabra. Cada vez que lo intentaba, reía con más fuerza. Terminó contagiando a Manolo y allí estaban los dos ríe que te reirás como dos niños después de escuchar un chiste de Jaimito.
Por fin, consiguió hablar:
- Eres tan gracioso que escuchándote se me va el tiempo. ¡El tiempo! -exclamó mirando el reloj-. Tengo que irme. Voy a llegar tarde al trabajo. Pero dejaré la ventana abierta por si necesitas algo.
- Zeñorita, algo tengo que tené. Por alguna broma der deztino, hay que mirarme mil vece pa darze cuenta de que tengo lo mizmo que tó lo demá en mi fúnebre careto, y bazta una zola mirada pa darze cuenta de por qué mi mare me ponía un trapo en la cara cuando me daba er pesho.
Una nueva carcajada inundó el aire de la cocina.
- No sigas, por favor, que se me va a correr el rimmel y no tengo tiempo para volverme a pintar. ¡Y deja de llamarme señorita!, que eso es de otro siglo. Soy igual que tú.
- Igual que yo zería impozible. A ti no te hace falta gaztá dinero en pontingue y yo aunque me lo gaztara no tengo arreglo pozible -dijo poniendo un pie en el andamio y dejando a Marisa con la boca abierta y la risa helada.
Esa misma tarde se fue temprano de la oficina para visitar a su dentista. Cuando salió de la consulta, tenía el convencimiento de que el doctor había estado jugando a la guerra de barcos en su boca.
- No la ha debido hundir bien -pensó- porque noto caer el agua por el único centímetro de labio que todavía parece estar vivo. Me voy a casa a guardar el luto.
Al llegar a casa, encendió el equipo de música, puso la Marcha Fúnebre de Chopin, que consideró lo más apropiado dada su lamentable situación y se mimetizó con su sillón divagando sobre el efecto del calentamiento global en las neuronas de su cerebro. Decidió que el mayor culpable del desgaste de dichas neuronas era su adorado jefe, lo cual hizo que su mente se relajara más que el bañador de Aramis Fuster. Consideraba la posibilidad de cerrar los ojos y concentrarse en llorar la muerte de su amada muela del juicio, cuando sin motivo aparente, la luz del sol dejó desapareció. Sin motivo aparente hasta que dirigió su mirada hacia la ventana y, cual visión celestial, sus ojos se encontraron con un pectoral varonil que calculó a groso modo, debía tener más anchura que su ropero.
- La anestesia me hace ver visiones. Seguro que estaba caducada y tengo un pie en el otro mundo -pensó presa de un arrebato hipocondríaco-. ¡Pero vaya cómo está el otro mundo!. Ni punto de comparación con éste. A ver Marisa, céntrate, no te dejes llevar. Te has dormido sin darte cuenta, estás soñando y los sueños recrean tu obsesión por el andamio.
- Buenas tardes -dijo la visión.
"¿Le contesto?, ¿no le contesto?" -pensó mientras se frotaba los ojos y se pellizcaba en el brazo con fuerza-. ¡Qué daño!. Estoy despierta. El mismísimo descendiente del Discóbolo en carne y hueso -sobre todo carne- está en mi ventana y yo velando mi muela.
- Perdona si te molesto -dijo el cachimán, que para mayor regocijo tenía una voz de las que la derriten a una saltándose a la torera la cadena del frío.
Marisa se levantó de un brinco.
- Nonono molestas -contestó arrastrando las palabras como si llevaran grilletes y babeando cual perro de presa a punto de atacar-. Perdona, acabo de volver del dentista. Normalmente babeo un poco menos...Quiero decir que normalmente tengo la boca en su sitio. "Marisa, calla" se dijo mirando a aquel prodigio de la madre naturaleza que sonreía de una manera que hizo que le temblara hasta el alma.
- Además de guapa eres graciosa. Tienes suerte.
No era de la misma opinión Marisa, que se sentía más ridícula que Mafalda en una tienda de cosméticos.
- Gra-gracias. ¿Qué puedo hacer por ti? -preguntó mientras pensaba "por ti haría lo que fuera, aunque tuviera que inventarlo yo misma. Por mí no es necesario pensar lo que podrías hacer".
- Manolo me dijo que tu ventana siempre estaba abierta. Venía a por agua.
- Faltaría más. Estás en tu casa. ¿Te apetece otra cosa?. ¿Un refresco?, ¿un zumo?. Se dirigió a la cocina pensando "debería darle las gracias a Manolo. Vaya con el turno de tarde. ¿Dónde tendría escondido a semejante hombre? Porque no cabe en cualquier parte. ¡He caído! Manolo ha de ser el emisario real porque éste es mi príncipe.
- Agua, por favor. Es lo mejor para quitar la sed. Además hoy olvidé traer mi batido proteínico y necesito hidratarme.
"Vaya con los beneficios del agua. Y yo que no creía en ellos. Este cuerpo no podía ser fruto de subirse al andamio. Y si no, sólo hay que mirar a Manolo" -pensó acercándole el vaso con sumo cuidado de no rozar sus dedos por miedo a sufrir un colapso allí mismo.
Cuando el por ella bautizado príncipe levantó dicho vaso y aparecieron todos aquellos bíceps, rebíceps y tribíceps, no le quedó duda de que su boca no continuaba abierta por el efecto de la anestesia. "Si le doy una Coca-cola es igualito que el del anuncio".
- Y...¿llevas mucho tiempo en el andamio?. Digo, en la obra.
- Un par de días. Un compañero se rompió la muñeca y he venido a sustituirlo.
"Pues de aquí no te mueves aunque tenga que urdir más planes que Garfield para no mover ni una ceja" pensó mientras decía -Pobre hombre, espero que se recupere pronto-.
- Gracias por el agua. Me tengo que ir. Me llamo Diego. Te daría la mano pero no quiero mancharte.
- Mejor no me la des -se le escapó a ella. Pero por suerte él no pareció escucharla porque ya estaba subido en el andamio.
- Yo Marisa -balbuceó.
Diego se inclinó por debajo de la persiana y dijo:
- Lo sé. Ha sido un placer conocerte. Gracias de nuevo.
- De nada. Mi ventana siempre estará abierta para lo que necesites -consiguió articular Marisa.
Él sonrió y desapareció por donde había venido dejándola con la misma cara de un niño que acaba de ver a Papá Noel.

sábado, 30 de marzo de 2013

Los senos de Amina.


Quiero compartir esta entrada de una gran luchadora y buena amiga como manera de solidarizarme con Amina. Podría escribir mis propias palabras, pero con las suyas creo que es más que suficiente. Gracias Susi.

http://susi-underground.blogspot.com.es/2013/03/los-senos-de-amina.html

martes, 26 de marzo de 2013

El baúl de las delicias

Había llegado el momento.
Me acerqué despacio, 
con la emoción haciéndome sombra,
y por qué no decirlo,
con ese miedo que se asoma 
tras la ventana de lo ya vivido.
Me arrodillé junto al viejo baúl
donde guardaba mis sentimientos
desde hacía tanto tiempo,
que, al pensar en ello,
sentía estar violando una vida ajena.
Metí la llave en la herrumbrosa cerradura,
respiré hondo unos instantes, 
un súbito escalofrío me paralizó.
¿Seguirían allí donde los dejé, 
o el paso de los años 
los habría convertido en polvo?
Dudé. Si no lo abría nunca lo sabría. Me decidí.
Con delicadeza levanté aquella tapa
forrada de recuerdos olvidados.
El inequívoco olor que desprende
todo lo que permanece cerrado
se metió por mi nariz y me hizo estornudar.
Levanté la mirada, mientras con las manos
agitaba el aire enrarecido por aquella nube de partículas
que volvían del pasado con paso ligero. 
Allí estaban todos, perfectamente doblados;
a simple vista no faltaba ninguno
y parecían estar en buenas condiciones.
Sonreí como sonríe quien encuentra
lo que no esperaba volver a encontrar.
Me dejé envolver por la magia 
del que reconoce un lugar antaño adorado
y que quedó grabado para siempre
en la retina del corazón.
Siguiendo los pasos de un ritual ancestral,
despacio y respetuosamente,
me fui vistiendo con ellos.
Me los puse todos, uno encima de otro,
hasta que no quedó ni uno.
Al hacerlo salieron del letargo mohoso,
noté en mi nuca el aliento de la vida,
y sentí ser la que un día fui.
Estaba preparada para arroparme con ellos.
Me enfrenté al espejo y me vi bonita.
Me sentaban tan bien todos aquellos sentimientos
recién llegados de un lejano ayer,
que no supe ver la fragilidad de sus tejidos.
Salí de casa entusiasmada,
dispuesta a enseñárselos al mundo entero,
deseosa de compartir su belleza.
No fue buena idea.
El mundo estaba demasiado absorto
en su propio devenir como para fijarse
en algo tan insignificante. No me importó.
Volví a casa sin prisa, disfrutando
de mi recobrada identidad. 
Decidí intentarlo todos los días 
hasta que el dulce aroma de lo recuperado
penetrara en la nariz de esas sombras sin rumbo
y las hiciera volver a ser.
Con la sonrisa en los labios
me dejé olfatear por miradas impávidas;
permití que dedos temblorosos
acariciaran cada uno de sus hilos.
Cegada por el deseo, no comprendí
que nadie me había pedido que luchara
por cambiar lo que no puede ser cambiado.
Tan ciega estaba, que no me preocupé 
por mimar, perfumar, ni proteger
aquello que me había sido devuelto.
Un día fue, porque tenía que ser.
Suspiré ante la grandiosidad de aquel sentir
que bailaba ante mis ojos. No vi nada más.
Inesperadamente, una mirada de desconcierto
se cruzó con la mía. Cuando giré la vista
mi horizonte de luz ya no estaba allí.
Y entonces me miré.
Me vi vestida de sueños rotos,
con el alma arrugada
y el corazón hundido en el barro. Me rendí.
Corrí de vuelta a casa y entre lágrimas,
me desnudé, y enterré de nuevo en aquel baúl
los restos de lo que un día fui.

                                                 A.B.B. 26 de marzo de 2013












jueves, 21 de marzo de 2013

Teoría de un sentir

Me gustaría que se parara el tiempo
en el espacio infinito de tu cuerpo.
Nada es relativo cuando el magnetismo
me atrae hacia el campo de tu piel
con la gravedad de un deseo desorbitado.
No existe incompatibilidad alguna
entre la teoría de tus caricias y las mías,
cuando se elevan más allá 
de los límites preconcebidos.
Ninguna fuerza es capaz de separar nuestros besos
que se propagan a la velocidad
de la luz de una pasión ciega.
Nadie podrá interpretar jamás
el misterio de dos almas que se entrelazan
en una dimensión carente de testigos.
Toda relatividad deja de existir
cuando tus ojos me miran
con el brillo de mil estrellas.
No hay galaxia que pueda abarcar
el amor de dos corazones
que se buscan mucho antes
de que el Universo decidiera nacer.
Me gustaría que se parara el tiempo
en el espacio infinito de tu cuerpo...
y que tu sonrisa encontrara en mis labios
un hogar sin tiempo ni espacio.
                                                  A.B.B. 21 de marzo de 2013








martes, 19 de marzo de 2013

Un instante

Si construir un instante fuera tan fácil
como cerrar fuerte los ojos
y que al abrirlos estuviera delante,
cuántas vidas vacías se llenarían...
Tantas como besos perdidos 
en labios errantes,
tantas como manos que se cierran
intentando sujetar el aire.
Tantas como rostros que se esconden
en un baile de disfraces,
tantas como ojos que no miran
por miedo a enamorarse.
Tantas como lágrimas vertidas
en honor a un estandarte,
tantas como promesas cautivas
que gritan lo que no se hace.
Tantas como deseos matutinos
caben en un día de primavera,
tantas como sonrisas sueñan
el olor de su quimera.
Tantas como sentimientos amarrados
a un corazón que se deshace,
tantas como palabras derretidas
al calor de un amor que ya no arde.
Tantas como obligaciones pintadas
en un lienzo sin telaje,
tantas como mentiras podridas
entre capas de perdones sin paisaje.
Si construir un instante fuera tan fácil...
Los instantes serían mundos
y los mundos tan sólo instantes
en ese vivir que espera
que la eternidad no acabe.

                                         A.B.B. 19 de marzo de 2013










domingo, 17 de marzo de 2013

Especial

Cuando alguien te dice que eres "especial", ¿es bueno o malo?. Suena igual que cuando un bebé es horrible y como no sabes qué decir dices que es gracioso, o como si no encontraras la palabra (que anda que no las hay) para no herir la sensibilidad, que está muy de moda ahora.
Los Gremlins también eran especiales. Especialmente malos, graciosos y joputas.
Quiero opiniones. ¿Me parezco a ésta?



A.B.B. 16 de septiembre de 2012



Cuando me puse a pensar - José Martí


4 de enero de 2013



Cuando me puse a pensar

Cuando me puse a pensar
La razón me dio a elegir
Entre ser quien soy, o ir
El ser ajeno a emprestar,

Mas me dije: si el copiar
Fuera ley, no nacería
Hombre alguno, pues haría
Lo que antes de él se ha hecho:
Y dije, llamando al pecho,
¡Sé quien eres, alma mía!

-José Martí-

No decía palabras - Luis Cernuda

27 de diciembre de 2012




No decía palabras

No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de un sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
basta para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque sólo sea una esperanza
porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.

-Luis Cernuda-



El hogar y la lámpara de resplandor pequeño - Paul Verlaine


18 de diciembre de 2012



EL HOGAR Y LA LÁMPARA DE RESPLANDOR PEQUEÑO

El hogar y la lámpara de resplandor pequeño;
la frente entre las manos en busca del ensueño;
y los ojos perdidos en los ojos amados;
la hora del té humeante y los libros cerrados;
el dulzor de sentir fenecer la velada,
la adorable fatiga y la espera adorada
de la sombra nupcial y el ensueño amoroso.
¡Oh! ¡Todo esto, mi ensueño lo ha perseguido ansioso,
sin descanso, a través de mil demoras vanas,
impaciente de meses, furioso de semanas!

-Paul Verlaine-

Son de mar - Manuel Vicent


- Si el cuerpo no apareció, ¿a qué cree usted que se debe?. El mar no quiere hombres. Tarde o temprano suele echarlos fuera, pero diez años parecen demasiados. ¿No se habló de que se había suicidado atándose el ancla al cuello y que se hundió a cien brazas de profundidad?
- Tenía razones muy fuertes para no hacerlo. Ese domingo su mujer le estaba preparando patatas fritas para comer.
- ¿Y ésa es una buena razón para no matarse?
- Lo es.
- ¿Ni para huir?
- Eso creo -contestó muy firme el guardia civil jubilado-. Según contó la mujer en su día, Ulises le había prometido que le traería un atún recién pescado, el primero de la temporada, pero las patatas fritas eran lo que más le gustaba del mundo. Aunque sólo fuera por eso tenía que haber regresado a casa. No había nada que deseara tanto como pescar el primer atún y que Martina friera unas patatas con aceite de oliva. Eso juraba ella.
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Todo el mundo estaba en el jardín y la fiesta ya andaba de remate a primeras horas de la madrugada y las criadas se habían retirado a dormir y dentro de la mansión no había nadie cuando Martina fue por un calmante a la cocina. En el momento de abrir el armario sintió que alguien jadeaba a su espalda. Volvió el rostro y se encontró conque allí había un hombre desconocido. Pese a la sorpresa o el miedo instintivo que esa presencia le había causado, Martina controló el primer vuelco del corazón intuyendo que sería uno de los camareros o algún invitado, pero enseguida vio que aquel hombre le mostraba un pez que llevaba en la mano y le sonreía de forma muy familiar.
- Dije que te iba a traer el primer atún de la temporada. He tenido que ir hasta la isla de Sumatra a pescarlo -habló sosegadamente Ulises elevando la pieza capturada.
- ¿Es un atún de verdad? -preguntó Marina sin prestar mucha atención a las palabras de aquel desconocido.
- Es una prueba de amor. Después de dar la vuelta al mundo he vuelto para decirte que eres la mujer de mi vida -siguió hablando Ulises muy calmado.
- ¡¡¡Aaaaaaaah!!! -gritó Martina.
Cuando algunos invitados llegaron a la cocina atraídos por este alarido vieron a Martina desmayada en el suelo. A su lado había un atún y nadie más.

18 de octubre de 2012


viernes, 1 de marzo de 2013

Palabras de barro

¿Queréis palabras?
Cogedlas todas a vuestro gusto,
según os plazca.
Tomadlas una tras otra mientras 
mi corazón se desangra 
en un charco de letras vacías.
Aprovechaos de ellas y de mí
porque algún día volveremos
al lugar del que nunca debimos salir:
el inevitable silencio.
Allí donde los sentimientos
pueden esconderse tras altos muros
de deseos incumplidos, y una mirada
cuenta lo que el alma calla.
Sólo soy palabras lanzadas al aire
para que el olvido las recoja
y las haga suyas por toda la eternidad.
Sólo soy palabras prisioneras
que intentaron escapar de la sombra
sin que la luz estuviera a su alcance.
Ahora que las palabras han aprendido
que de nada sirven si no reverberan
ya no quieren ser ni que nadie las encuentre.
Nada queda tras sus pasos.
Y yo sólo soy palabras.

                                                A.B.B.  1 de marzo de 2013