viernes, 5 de julio de 2013

Sonriendo leyendas


Acabo de ver Simbad: la leyenda de los siete mares, y he disfrutado más que los niños. Entre otras cosas porque sé lo que es que las dificultades te lleven al límite de desear rendirte, conozco el valor de esa amistad por la que darías todo, lo que significa entregar la piel que llevas dentro y no pensar en lo que puedas recibir a cambio, porque me resisto a renunciar a la aventura de escucharme a mí misma, y sobre todo sobre todo, porque sigo teniendo sueños por los que vivir a pesar de que la vida juegue a lanzarlos muy lejos de mí, a veces tanto que ni siquiera puedo ver dónde han caído.
Pese a todo, así soy y no reniego de mí misma. No he olvidado quién era. No me cambiaría por nadie. Nunca traicionaré a mi corazón ni escupiré sobre él, ni dejaré de confiar en que habrá un lugar para mí allá donde la luz vence a las tinieblas y donde el amor con mayúsculas recuerda que bajo ningún concepto debemos abandonar al niño inocente y sincero que escondemos en el sótano de nuestras miserias. 
No hay nada como una película de dibujos animados para emocionar y apasionar a un corazón, y perdonadme la arrogancia, puro y fiel como el mío.



27 de junio de 2013

1 comentario:

  1. A mí me encantan las pelis de Disney, con "Hermano Oso" no veas qué berrinche me dio en el cine, jeje. Un saludo, Ana, y no dejes nunca de soñar :)

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