jueves, 28 de febrero de 2013

El limbo no es tan mal lugar


Para Mary, que aún después de muchos años, piensa que soy un espíritu libre e íntegro y cree que lo que busco no existe. Dudo que tenga tiempo suficiente para demostrárselo pero sabe que moriré en el intento. Y que la quiero tal y como es.


Los espíritus libres no tenemos lugar
en el cielo de los animales de costumbres
ni en el infierno de las costumbres animales.
Estamos condenados al limbo de los apátridas;
al desprecio de unos y a la envidia de otros,
a la lástima de los que temen lo desconocido
y al miedo de los que conocen lo que temen.
A la penumbra de lo que brilla
y al brillo de lo que se apaga,
al desconcierto de los que miran sin ver
y a la lágrima de los que ven sin mirar.
No hay lugar para lo que se teme
ni temor para lo que no tiene lugar.
La sentencia es firme en el juicio de la vida.
Y el limbo no está tan mal
cuando te acostumbras a no tener costumbres,
cuando desconoces que hay que temer al miedo,
cuando lloras el brillo de lo que el resto no se atreve a ver
y te desconcierta que lo que se apaga no esté sentenciado.
El limbo no es tan mal camino
cuando aprendes que el pecado y la virtud
son el peaje obligado de autopistas
que no llevan a ninguna parte
pues de ninguna parte vienen.
El limbo no es tan sombrío
cuando descubres que en el albo edén
las risas son obligadas
y en las tinieblas infernales
se lamentan por devoción.
El limbo no es tan mal lugar
para los espíritus libres que soñamos
que el ansiado  horizonte
es la línea infinitamente perfecta
que separa y une ambos mundos.

                                      A.B.B.  28 de febrero de 2012







La muerte de la vida

Le di unas vueltas de más a la vida
y se me pasó de rosca.
Y ahora no sé qué hacer
con lo que me falta
ni con lo que me sobra.

Imposible desmontarla
para ver cómo es por dentro.
No hay abertura ninguna,
todo es oscuro y hermético.
No hay lugar por donde hacerlo.

Deseé lanzarla contra el suelo,
para descubrir su misterio.
Pero imaginarla destripada
además de muerta,
me produjo inmenso duelo.

No hay solución.
No hay remedio.
Ya no puede respirar.
Se rompió.
Ha muerto.

La gente la mirará.
Qué lástima, se dirán.
Qué lástima haberla perdido
tan viva como ella estaba.
Y preguntarán de qué ha sido.

Y sólo podré contestar
con mirada ciega y vacía:
me dejé llevar por un dulce soñar
y cuando volví en mí, 
estaba callada y fría.

Aún siento caliente en mi mano
su cuerpo tibio y amado
más su corazón no respira.
Su alma lo abandonó
con la primera luz del día.

Nadie me dirá dónde enterrarla
pues no hay cementerios
para vidas rotas y desvalidas.
No quiero que vague sola.
Yo le haré compañía.

La enterraré bajo un árbol
que a su belleza dé sombra,
cerca, muy cerca del mar
que la arrope con sus olas.
Y yo le haré compañía.

Me tumbaré entre sus flores
y le diré que la amé
a pesar de haberla matado.
Ella tampoco fue
lo que yo había esperado.

No hay solución.
No hay remedio.
Ya no puede respirar.
Se rompió.
Ha muerto.

                                            A.B.B.  27 de febrero de 2013