sábado, 6 de abril de 2013

Café para dos

Lo amaste. Lo sé.
Lo amaste como aman los labios
el aroma del café recién hecho
que adelanta el deseo
del placer en la boca.
Lo amaste como aman los ojos
el sonido de la primera flor
que nace entre el hielo
de la fría mirada invernal.
Lo amaste como aman los dedos
las caricias de la arena del mar
paseando desnudas
a la intemperie de las manos.
Lo amaste como aman las orejas
los mordiscos dulces
de palabras susurradas
en el horizonte del oído.
Lo amaste porque sí.
Y porque no.
No tiene importancia si lo amaste
en pasado, en presente o en futuro;
porque siempre será
lo que siempre ha sido.
Lo amaste sin más. 
Y sin menos.
No tiene importancia si lo amaste
contando con los dedos o de memoria;
pues los teoremas del corazón
no tienen solución matemática.
Lo amaste de cerca.
Y también de lejos.
No tiene importancia si lo amaste
quemando kilómetros o congelando milímetros;
no hay distancias que recorrer
cuando el amor se hace sin moverse del sitio.
Lo amaste. Lo sé.
Nada más importa. 
Lo amaste y lo amarás
mientras haya café en tu mirada
una flor en tus labios, arena en tus oídos
y un susurro entre tus manos.
Lo amaste y lo amarás.
Punto y seguido.

                                         A.B.B  6 de abril de 2013