miércoles, 25 de diciembre de 2013

Cuentos de amor imposible - Lorenzo Mediano


El talador de estalagmitas es mi cuento preferido del libro Cuentos de amor imposible de mi paisano Lorenzo Mediano. Os dejo el principio para que se activen vuestros jugos mentales y sentimentales.

A través de mi ventana contemplo la densa lluvia de calaveras. Es un fastidio, siempre llueve cuando voy a salir. Si fuera una noche cualquiera, me habría quedado en casa: a nadie le gusta andar por la calle cuando llueven calaveras. Pero hoy tengo una cita.
Abro mi paraguas de luna y salgo del portal. Sobre el pavimento yace una golondrina muerta.
Suele suceder que algunas mueren cuando la lluvia de calaveras las sorprende lejos de los aleros. La cojo de la punta de un ala y se la doy a la gárgola que vigila mi umbral para que se la coma. Mi gárgola siempre tiene abiertas su pétreas fauces, esperando que algún pajarillo descuidado se confunda y se meta en ellas. Pasa bastante hambre; por eso, mastica la golondrina en un segundo y gruñe dándome las gracias. 
La lluvia arrecia y se hace difícil. Pasa una carroza tirada por caballos, la detengo, me subo en ella y le doy al conductor la esmeralda en la que están grabados el espacio y el tiempo a donde quiero ir. Cuando arranca, me doy cuenta de que me he confundido por culpa de las calaveras: no tiran de la carroza caballos, sino pegasos. Demasiado tarde, ya estamos volando por encima de las nubes y no puedo bajar. ¿Quién iba a imaginarse que una carroza de pegasos pasara por un barrio tan pobre como el mío?
Cuando llegamos al lugar y tiempo marcados por la esmeralda, la carroza se detiene y me apeo. El conductor me exige media alma. ¡Media alma! Un precio desmesurado para un simple pocero de cavernas de la tristeza; pero no es recomendable discutir con un conductor de pegasos. Además, mi paraguas de luna se empieza a sobrecargar de cráneos. Pago el precio requerido por el conductor. ¡Y yo que solo quería gastarme algunas fragancias de albahaca!



11 de abril de 2013

A vuestro gusto - William Shakespeare


El mundo entero es un teatro, y todos los hombres y mujeres simplemente comediantes. Tienen sus entradas y salidas, y un hombre en su tiempo representa muchos papeles, y sus actos son siete edades. Primero, es el niño que da vagidos y babea en los brazos de la nodriza; luego, es el escolar lloricón, con su mochila y su reluciente cara de aurora, que, como un caracol, se arrastra de mala gana a la escuela. En seguida, es el enamorado, suspirando como un horno, con una balada doliente compuesta a las rejas de su adorada. Después, es un soldado, aforrado de extraños juramentos y barbado como un leopardo, celoso de su honor, pronto y atrevido en la querella, buscando la burbuja de aire de la reputación hasta en la boca de los cañones. Más tarde es el juez, con su hermoso vientre redondo, relleno de un buen capón, los ojos severos y la barba de corte cuidado, lleno de grandes dichos y de lugares comunes. Y así representa su papel. La sexta edad nos le transforma en el personaje del enjuto embabucado Pantalón, con sus anteojos sobre la nariz y su bolsa al lado. Las calzas de su juventud, que ha conservado cuidadosamente, serían un mundo de anchas para sus magras canillas, y su fuerte voz viril, convertida de nuevo en atiplada de niño, emite ahora sonidos de caramillo y de silbato. En fin, la última escena de todas, la que termina esta extraña historia llena de acontecimientos, es la segunda infancia y el total olvido, sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada.



24 de febrero de 2013

Roto - Benjamín Prado


12 de septiembre de 2013



Roto

Solo, en medio de todo;
estar tan solo
como es posible,
mientras ellos vienen
muy despacio,
se agrupan,
ponen su campamento,
invaden,
talan,
hunden,
derriban las palabras
una a una,
se reparten mi vida,
poco a poco,
levantan su pared
golpe a golpe.

Después se van;
se marchan
lentamente,
pensando:
-Nunca podrás huir de todo lo que has perdido.

Tal vez tengan razón.
Tal vez es cierto.

Pero llega otro día, 
el cielo quema
su cera azul encima de las casas;
yo regreso de todo lo que han roto,
busco entre lo que tiene
su propia luz,
encuentro
la mirada del hombre que ha soplado unas velas,
el limón que jamás es parte de la noche;
ato,
pongo de pie,
reúno los fragmentos,
me convierto en su suma.

Y todo vuelve
otra vez;
las palabras llegan
donde yo estoy;
son las palabras
perfectas,
las que tienen
mi propia forma,
ocupan cada hueco
y cierran cada herida.
Las palabras que valen para hacer estos versos
y sentarse a esperar que regresen los bárbaros.

-Benjamín Prado-
De "Todos nosotros" 1988

El juego en que andamos - Juan Gelman

11 de septiembre de 2013




El juego en que andamos

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.

-Juan Gelman-

Límites - Juan Gelman

2 de septiembre de 2013




Límites

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí la sed,
hasta aquí el agua?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el aire,
hasta aquí el fuego?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el amor,
hasta aquí el odio?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre,
hasta aquí no?

Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas.
Sangran.

-Juan Gelman-

Mi vida es un erial - Gustavo Adolfo Bécquer


29 de agosto de 2013



Y éste el segundo poema que memoricé. Adición al melodrama.

Mi vida es un erial,
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja.

-Gustavo Adolfo Bécquer-

La vaquera de la Finojosa - Marqués de Santillana


29 de agosto de 2013



Éste es el primer poema que memoricé. No sé por qué lo he recordado, quizá busque su minuto de gloria más de media vida después.

Moza tan fermosa
non vi en la frontera,
com'una vaquera
de la Finojosa.

Faciendo la vía
del Calatraveño
a Santa María,
vencido del sueño,
por tierra fragosa
perdí la carrera,
do vi la vaquera
de la Finojosa.

En un verde prado
de rosas e flores,
guardando ganado
con otros pastores,
la vi tan graciosa,
que apenas creyera
que fuese vaquera
de la Finojosa.

Non creo las rosas
de la primavera
sean tan fermosas
nin de tal manera;
fablando sin glosa,
si antes supiera
de aquella vaquera
de la Finojosa;

non tanto mirara
su mucha beldad,
porque me dejara
en mi libertad.
Mas dije: "Donosa
-por saber quién era-,
¿dónde es la vaquera
de la Finojosa?"

Bien como riendo,
dijo: "Bien vengades,
que ya bien entiendo
lo que demandades;
non es deseosa
de amar, nin lo espera,
aquesa vaquera
de la Finojosa".

-Marqués de Santillana-