miércoles, 4 de diciembre de 2013

No quiero


No quiero quien me ate sino quien me acompañe, no quiero quien me dé la razón sino quien me entienda, no quiero quien me considere algo imposible de alcanzar sino quien trepe a la altura de mis ojos y divise el horizonte, no quiero futuros vestidos de sueños sino realidades desnudas de promesas, no quiero besos envueltos para regalo sino labios que enseñen las entrañas, no quiero quien crea quererme sino quien me quiera sin creerlo, no quiero quien me invente palabras de amor sino quien recicle las que otros han tirado y les dé un uso nuevo, no quiero quien corra hacia mí y tropiece a mis pies sino quien baile agarrado a la cintura de sus temores y les susurre al oído con aplomo, no quiero quien piense ser sino quien sea sin pensar, no quiero quien llegue falsificando mentiras sino quien muestre la verdad de sus miserias. 
No quiero un barco de lujo encerrado en una botella que no va a ninguna parte sino una cáscara de nuez que navegue a través de sus limitaciones



1 de diciembre de 2013

Nudo de palabras


Tengo un nudo de palabras. Intento estirar de él pero está enganchado en el corazón y con cada intento se me muere una letra. Las que sobreviven se abrazan fuerte resignadas a ser las siguientes mientras lloran monemas por sus compañeras caídas. Algunas de ellas se ahogarán en sus propias lágrimas. Las que no puedo rescatar serán libres cuando comprendan que no soy quien para retenerlas en contra de su voluntad. Hasta entonces seguirán atadas y temiendo por su vida ansiando saber el por qué de un silencio que les tapa la boca con su mordaza empapada de sentimientos



1 de diciembre de 2013

Violencia sin género


Violencia no solo es levantar la mano. Se puede matar a una persona sin mover siquiera un dedo. Hay heridas que no dejan marcas físicas y sin embargo te desangran por dentro hasta que un día te ves a ti mismo tirado en el charco de lo que una vez fuiste. Cualquier parecido con la realidad es pura casualidad. ¿Cómo has llegado a eso? Por creer equivocadamente. Por confiar en quien no debías. Por pensar que quien dice amarte ha dicho sin querer aquello de qué tonto eres, no sirves para nada. Si lo dice quizá sea verdad, piensas. Y empiezas a creértelo. Tu mundo se convierte en un lugar donde el miedo a hacer las cosas mal anula la capacidad para saber que no es cierto, que nada de eso debería estar sucediendo porque tú no lo mereces. Porque nadie lo merece. Que quien te quiere ve tus defectos pero no los utiliza en tu contra. Te quiere con ellos y por ellos. Que esa persona que te humilla lo hace porque no sabe lo que es amar, porque paga contigo su complejo de inferioridad, sus frustraciones y su incapacidad para sentir algo bonito por nadie, ni siquiera por sí mismo. Me quiero tanto que tengo que hundir a otro para demostrar lo bueno que soy. Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
¿Cuántas veces hacemos un daño que no era necesario?, ¿cuántas veces lo hacemos por el simple hecho de descargar la rabia que nos produce lo que nos duele?. Ese devolver la moneda y desear al otro todo el sufrimiento que te ha hecho sentir es un camino sin final en el que uno puede perderse con demasiada facilidad. Quizá deberíamos bajar de nuestros pedestales de dioses y pensar que todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos sido o somos maltratadores. No nos vendría mal un baño de humildad que nos haga ser conscientes de que es mucho más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. La violencia crece a una velocidad de vértigo porque todos formamos parte de ese equipo, y si no somos capaces de comprender que en este juego no hay vencedores, algo en nosotros no funciona como debiera



25 de noviembre de 2013

La vuelta al mundo


Cuando era una niña creía que podía cambiar el mundo. Ahora creo que el mundo podía cambiarme



24 de noviembre de 2013