Vendrán días en que el peso que hoy te abruma se hará liviano. Vendrán días en que ese peso ya no será carga sino bagaje. Vendrán días, han de venir. Porque un alma que alberga sentimientos viles no brilla
y un alma sin brillo es un tiempo marchito para quien lo soporta
-Manolo García-
Quítame el pan si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu risa. Quítame la rosa, la lanza que desgranas, el agua que de pronto estalla en tu alegría, la repentina ola de planta que te nace. Mi lucha es dura y vuelvo con los ojos cansados a veces de haber visto la tierra que no cambia, pero al entrar tu risa sube al cielo buscándome y abre para mí todas las puertas de la vida. Amor mío, en la hora más oscura desgrana tu risa, y si de pronto ves que mi sangre mancha las piedras de la calle, ríe, porque tu risa será para mis manos como una espada fresca. Junto al mar en otoño, tu risa debe alzar su cascada de espuma, y en primavera, amor, quiero tu risa como la flor que yo esperaba, la flor azul, la rosa de mi patria sonora. Ríete de la noche del día, de la luna, ríete de las calles torcidas de la isla, ríete de este torpe muchacho que te quiere, pero cuando yo abro los ojos y los cierro, cuando mis pasos van, cuando vuelven mis pasos, niégame el pan, el aire, la luz, la primavera, pero tu risa nunca porque me moriría. -Pablo Neruda-
El poeta es un fingidor. Finge tan profundamente Que hasta finge que es dolor el dolor que de veras siente. Y quienes leen lo que escribe Sienten, en el dolor leído, No los dos que el poeta vive, Sino aquél que no han tenido. Y así va por su camino, Distrayendo a la razón, Ese tren sin real destino Que se llama corazón. -Fernando Pessoa-
Si la esmeralda se opacara, si el oro perdiera su color, entonces, se acabaría nuestro amor. Si el sol no calentara, si la luna no existiera, entonces, no tendría sentido vivir en esta tierra como tampoco tendría sentido vivir sin mi vida, la mujer de mis sueños, la que me da la alegría... Si el mundo no girara o el tiempo no existiese, entonces, jamás moriría. Jamás morirías tampoco nuestro amor... pero el tiempo no es necesario nuestro amor es eterno no necesitamos del sol de la luna o los astros para seguir amándonos... Si la vida fuera otra y la muerte llegase entonces, te amaría hoy, mañana... por siempre... todavía. -Mario Benedetti-
La guerra tiene labios azulados, ojos de soledad, carne de frío, campos de noche eterna, gesto airado, inviernos sin otoño y sin estío, la guerra... tiene niños asombrados manitas de miseria y extravío, cierzos que cortan vidas y sembrados, grises atardeceres, sol sombrío, la guerra... tiene dientes afilados, cuchillos de acerado desafío, boquitas de hambre triste y rostro helado, inmensa podredumbre hacia el vacío, la guerra... tiene el ceño ensangrentado, harapos y negrura de atavío, alaridos sin nombre y sin soldado, desbordadas las venas, turbios ríos. La guerra..., sal en la herida abierta de la tierra. -Antonia Álvarez Álvarez-
No es inútil amarse, finalmente. Lo mismo que amaestrar serpientes, nos exige técnica refinada y perder la vergüenza de actuar frente al mundo en taparrabos. Y unos nervios de acero. Pero amar es oficio saludable también: su liturgia apacigua el ocio que enajena -como supo Catulo- y perdió a las ciudades más felices. Bajo la cuerda floja dispone -no pidáis una red, porque tal no es posible- otra cuerda, tan floja, pero última tan inútil a veces, bajo la cual no hay nada. Y entreabre ventanas que te oreen la cólera y exhiban a tu noche otras noches diferentes, y así sólo el amor nos salva a fin de cuentas del peligro peor que se conoce: ser sólo -y nada más- nosotros mismos. Por eso, ahora que ya está dicho todo y tengo un sitio en el país de la blasfemia, ahora que este dolor de hacer palabra con el propio dolor traspasa los umbrales del miedo, necesito de tu amor como analgésico; que vengas con tus besos de morfina a sedarme, y rodees mi talle con tus brazos haciendo un salvavidas, para impedir que me hunda la plomada letal de la tristeza; que me pongas vestidos de esperanza -ya casi no recordaba una palabra así-, aunque me queden grandes como a un niño la camisa más grande de su padre; que administres mi olvido y el don de la inconsciencia; que me albergues de mí -mi enemigo peor y más tenaz-, que me hagas un socaire, aunque sea mentira -porque todo es mentira y la tuya es piadosa-; que me tapes los ojos y digas ya pasó, ya pasó, ya pasó -aunque nada se pase, porque nada se pasa-, ya pasó, ya pasó, ya pasó, ya pasó. Y si nada nos libra de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida. -Pablo Neruda-
Así como del fondo de la música brota una nota que mientras vibra crece y se adelgaza hasta que en otra música enmudece, brota del fondo del silencio otro silencio, aguda torre, espada, y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen recuerdos, esperanzas, las pequeñas mentiras y las grandes, y queremos gritar y en la garganta se desvanece el grito: desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen. -Octavio Paz-
Cuéntamela despacito y de otra manera... No me cuentes tu vida. No me des la mitad de lo que ya no quieres. No olvides que el dolor es lo que un golpe recuerda de nosotros y si lo tocas, puede despertarse, pensar de nuevo en ti. No me hables del pasado -si quieres encontrar respuestas, corre en dirección contraria a las preguntas- ni me arrastres a un tiempo en el que aún no se sepa quién eres, pero ya no seas mía. ¿De qué sirve arrojar peces muertos al río? ¿Por qué pintar dianas encima de la herida? ¿Para qué conocerte, si te puedo aprender? Acuérdate: -No existe mayor preso que el que duda entre dos puertas abiertas. - Quienes lo saben todo de aquellos a los que aman, sólo los aman...a pesar de todo. - Lo que no busca nadie, deja de estar perdido. No me cuentes tu vida y entonces será sólo para ti y para mí. -Benjamín Prado-
Esta noche al oído me has dicho dos palabras Comunes. Dos palabras cansadas De ser dichas. Palabras Que de viejas son nuevas. Dos palabras tan dulces que la luna que andaba Filtrando entre las ramas Se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras Que una hormiga pasea por mi cuello y no intento Moverme para echarla. Tan dulces dos palabras Que digo sin quererlo ¡oh, qué bella, la vida! Tan dulces y tan mansas Que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman. Tan dulces y tan bellas Que nerviosos, mis dedos, Se mueven hacia el cielo imitando tijeras. Oh, mis dedos quisieran Cortar estrellas. -Alfonsina Storni-