miércoles, 7 de agosto de 2013

Privilegios a flor de piel


Esos momentos de paz que no se sabe de dónde vienen ni por qué pero se cuelan por cada conexión intercelular regando el espíritu. Los pies acariciando la tierra y la respiración preguntándole al cielo dónde ha escondido el último rayo de sol. Mientras dura el embrujo, uno siente que no hay nada que buscar, que todo está ahí, condensado en cosas tan pequeñas que no somos capaces de verlas a través de nuestros ojos ansiosos de grandezas, perturbados por egos que violan la sencillez del sentir; ojos que desean estar en otra parte y no están en ninguna; ojos que se creen con derecho a alterar el ritmo del universo a su antojo.
Ojos que no ven, corazones que siguen sintiendo.
Me he sentado en un banco del parque cercano a la estación, deseando que llegue el momento de mi viaje, y cuando me he levantado, mi deseo se había cumplido, porque se puede viajar moviendo apenas los diecisiete músculos que ponen una sonrisa en la cara. Privilegios de estar vivos que nos pasan desapercibidos, engullidos por las prisas y ese alardeo que hacemos de nuestras vidas, cuando lo que deberíamos hacer es aprender a sentirlas. Sentir por encima de todo. Sentir que se es y no que se está. Sentir con todas las consecuencias. Sentir con el riesgo que conlleva adentrarse en un mundo del que casi todos hablan de oídas y del que no existen mapas que nos guíen.
Vivir es un privilegio cuando uno es fiel a su mundo interior. En la oscuridad tropiezas, caes y te lastimas tantas partes del alma que no hay agua oxigenada suficiente para limpiar todas las heridas. Algunas se infectan y tardan toda una eternidad en curar; pero cuando llega la luz y te sabes vivo, que las heridas cicatricen aprisa deja de tener importancia pues lo único que deseas es dejarte acariciar por aquello que solo se ve cuando cierras los ojos.
Las almas perdidas buscamos incesantemente, con derecho o sin él, porque no hay mayor error ni corazón más doliente, que el que se pierde y no se sabe encontrar.
Mi mayor placer es perder el tiempo sin ser consciente de que con ello me estoy encontrando o volviendo a perder. A cualquier hora. En cualquier lugar. Sin destino establecido.



6 de agosto de 2013

2 comentarios:

  1. Privilegio es poder leer líneas tan sentidas.
    Abrazo, Ana sin destino establecido.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Privilegio es que la vida nos uniera "por casualidad". Sería un delito negar los sentimientos que nos ofrecen lo único que de verdad importa en la vida. Sin destino establecido porque no importa dónde estemos, sino lo que somos.
      Que tailouviu, aunque hagas ponerse colorá a mi inocente timidez.

      Eliminar