Vendrán días en que el peso que hoy te abruma se hará liviano. Vendrán días en que ese peso ya no será carga sino bagaje. Vendrán días, han de venir. Porque un alma que alberga sentimientos viles no brilla
y un alma sin brillo es un tiempo marchito para quien lo soporta
-Manolo García-
En este frío papel en blanco descansan las palabras muertas enterradas desde hace años y que ahora, día tras día, se empeñan en resucitar como la naturaleza en primavera. Bostezan, abren los ojos a la luz y un tanto indecisas, echan a andar sin rumbo, arrastrando las letras, con el deseo de que alguien se detenga a mirarlas a los ojos y sin pudor las haga suyas. A su paso esparcen hileras de semillas traídas desde un pasado lejano y con la tinta de los sentimientos emborronan la virginal palidez de unas líneas, dispuestas a cambiar el mundo frase a frase o a volver a morir en el intento. Si la suerte les acompaña y caen en mentes fértiles crecerán sanas y bellas, su fuerza levantará pasiones e incluso los papeles del tres al cuarto querrán poseerlas por siempre. Mas pobres de ellas si caen en mente obtusa pues se perderán en el olvido desposeídas de todo privilegio, diluyendo sus lágrimas negras en un mar profundo y oscuro del que no podrán regresar. Las palabras vuelven a nacer, buscando signos que las acompañen quien sabe hacia dónde, para qué o por qué, cargadas de ilusiones recién estrenadas y sin miedo al silencio donde un día habitaron. A.B.B. 29 de diciembre de 2012
Hay besos que alborotan risueños entre los pliegues de sonrisas calladas. Hay besos que hacen equilibrios en la cuerda floja de labios venideros. Hay besos enterrados en sueños bajo capas de inconsciencias halladas. Hay besos refrescantes como ríos que acarician la orilla de corazones sinceros. Hay besos rotos, besos sin dueño, besos vacíos, besos pequeños, besos que besan, besos que llaman, besos que alientan, besos que alarman. Besos que buscan, besos que escapan, besos que vuelven y besos que marchan. Los hay que dicen ser dulces, los hay que cuentan ser tiernos, los hay que se tambalean y caen de bruces, y los hay que saben protegernos. Besos infinitos tatuados en cada alma con el punzón de lo aprendido, a fuego lento, con calma y pulso firme y decidido. Millones de besos vagan perdidos por un universo de pasiones, deseando ser recibidos sin atender a razones. A.B.B. 26 de diciembre de 2012
Para Luis Vil, un gran cabronazo que les da alas a las palabras y las deja volar en su voz. Gracias por tus robos consentidos y deseados. Música inyectada en las venas, notas estupefacientes que hacen olvidar el dolor de un cuerpo entregado al vicio más allá del placer. Mágicos juegos de manos que acarician promiscuos acordes, esconden bajo la manga una voz marcada de deseo. Horas de luces y sombras robadas al señor de un tiempo que se adormece drogado de ritmos y compases. Sonidos que se arrastran sedientos de melodías logran calmar su sed en la piel de una guitarra. Palabras que se encadenan a unas letras compartidas en el alma de canciones vestidas de sangre y sudor. A.B.B. 20 de diciembre de 2012
Para Aurora López, que me hace pensar sin querer en que a veces pensando no se piensa.
El problema de pensar plantea muchas ecuaciones que no llevan a ninguna solución real. No se puede resolver lo que no se sabe cómo ha empezado.
Los pensamientos no tienen principio ni fin. Se encadenan unos a otros, mañana, tarde y noche. Día tras día. Mes tras mes. Año tras año. Sin descanso. No conceden tregua aunque la bandera blanca se agite en la mente.
Gritan como si tuvieran miedo a la soledad, como si no quisieran escuchar su propia voz. Se han acostumbrado a vivir dentro de un circulo que da vueltas como una lavadora; unas veces giran más deprisa y otras su ritmo se ralentiza. Incluso en alguna ocasión llegan a pararse durante unos instantes para observarse entre ellos y comprobar que siguen todos ahí. Se vigilan para asegurarse de que ninguno se queda atrás ni intenta huir.
Son la simbiosis perfectamente imperfecta. El ying y el yang. El blanco y el negro. La cárcel de la que no se puede escapar porque al querer hacerlo tenemos que pensar cómo, cuándo y por qué.
Pasamos la vida pensando. O la vida pasa a nuestro lado mientras lo hacemos. Y pensar en la vida nos conduce irremediablemente a pensar en el final del camino: la muerte. Mas la muerte genera vida. Lo que nos lleva a pensar que la vida no tiene principio ni final, que siempre está ahí. Como los pensamientos.
Los pensamientos son la antesala de los sentimientos; o puede ser que pensemos porque sentimos.
¿Pensamos en el amor o sentimos amor y pensamos en él?
¿Pensamos en la amistad o tenemos amigos y pensamos en ellos?
¿Pensamos en los problemas o los problemas nos hacen pensar?
Pensar nos plantea miles de preguntas, muchas de ellas sin respuesta o con respuestas que no estamos dispuestos a escuchar y olvidamos haber pensado.
Tenemos pensamientos bellos con la esperanza de que se hagan realidad, de que llenen nuestras vidas de ilusiones, de que ese pensamiento revitalizante y el sentimiento que lo escolta nos desborden y rieguen el páramo de la tristeza. Puede ser que eso sea la felicidad: una secuencia más o menos larga de pensamientos y sentimientos de belleza desulumbrante. O puede que no.
Algunos pensamientos van de la mano de la melancolía. Nos traen a la memoria sabores del pasado donde quedaron anclados y no renunciamos a que vuelvan a llenar nuestra boca, aun sabiendo que nunca los podremos volver a saborear. Estos malvados nos hacen sentir perdidos y frágiles.
Otros están enredados con la tristeza y se agarran con fuertes e inquebrantables raíces a nuestro corazón dejándolo sin respiración. Tanto dolor ahoga a los sentimientos de buena voluntad.
Existen tantos pensamientos como sentimientos. O quizá deberíamos aplicar la propiedad conmutativa. El orden de los factores no altera el producto.
Y si no hay suficientes pensamientos para cubrir nuestras necesidades sentimentales, inventamos la manera de estar siempre abastecidos.
No hay mejor manera de recibir a nuevo día, y puede ser que tampoco peor, que pensando.
"¿Qué día es hoy?...Parece que va a llover y no sé dónde está el paraguas...Pese a todo va a ser un día maravilloso". Y lo pasaremos pensando.
"Qué vamos a comer. Cómo llegaremos a fin de mes. Ocurrirá algo maravilloso que cambie nuestras monótonas vidas. Me llamará Equis y saldremos a cenar. Les irá bien a los niños en el colegio. Cuándo dejarán los políticos de creer que somos tontos. El jefe reconocerá por fin mi trabajo. Qué cortos son los días. Me tengo que acostar y han quedado mil cosas sin hacer. Voy a intentar dormir y mañana será otro día..."
Pensamiento-pregunta-duda-pensamiento.
A menudo los pensamientos se suceden tan deprisa que se diría están dispuestos a matarse entre ellos. No da tiempo a pensar que estamos pensando. Llegan dispuestos a provocarnos ansiedad, nervios, angustia, deseos de que pase rápido y llegue el siguiente. Prisas por vivir.
Al minuto siguiente pensamos que nos gustaría que el reloj se parase de repente, que la arena dejase de caer y ese instante durase eternamente. Deseos malempleados en una causa perdida, porque el reloj solamente se detiene en nuestro último segundo de vida.
Y a ese pensamiento le sigue otro y otro y otro más; engranados en ese eje que va haciendo girar el circulo perfecto. Ese principio sin fin y ese fin sin principio, porque estamos encadenados a lo que recordamos y a lo que deseamos poder recordar y somos incapaces de que vuelva a nuestro pensamiento. Hace tiempo que dejamos de sentirlo porque dejamos de pensarlo. ¿O era al revés?
Estamos encadenados a lo que sentimos y a lo que nos gustaría sentir sin pensar; a lo que pensamos y a lo que nos gustaría olvidar que hemos pensado.
Porque mientras pensamos que pasa la vida...pasamos la vida pensando.
Cuando llegues a casa vestido de cansancio y ruido, con el alma arrugada y sudorosa, la mirada saturada de paisajes mundanos y la voz reseca de palabras, mis manos silenciosas desabrocharán los botones de tu angustia y lavarán sin prisa tu fatiga; mis ojos desnudos se llenarán de ti, y mis labios serán el manantial que apagará tu sed. Y si llegas y no estoy, mientras esperas, respírame en el aire que he dejado para ti, encuéntrame en los besos que me has dado, intúyeme en el silencio que te envuelve y relájate... porque no tardo. A.B.B. 28 de noviembre de 2012
Mundo de patanes e ignorantes que adolecen de grave estupidez crónica y se jactan de pecados escupidos en las infectadas fauces del infierno. Mundo de siervos grotescos y crédulos que no dudan que ser feliz consiste en acumular billetes podridos con los que comprar placeres malditos. Renuncio a que mi destino esté marcado con pautas eternamente invocadas por mentes descarnadas. Renuncio a vivir la vida muerte que han reservado en mi nombre falsificando mi firma. Renuncio a que sus corruptas gélidas manos toquen mis ardientes palabras y las conviertan en hielo. Renuncio a que sus ojos inyectados en sangre desnuden lascivos mi libertad y la expongan a sus miradas alienadas. Renuncio a que con sus babas de poder empapen mi cerebro de inmundos deseos engañosos. Y renunciando me convierto en paria de una sociedad amputada de sentimientos. Y renunciando garantizo la supervivencia de mi alma en una tierra desalmada. Y renunciando me complazco de tener las manos limpias, los ojos transparentes y las palabras sanas. Para que conste, a fecha de hoy y disfrutando de plenas facultades mentales renuncio a renunciar de todo aquello que no se compra ni se vende, de mi corazón no transgénico, de mi mente no manipulada, de mis palabras cargadas de letras que acribillan los corazones de los que todavía tienen corazón. Y lo rubrico con la tinta aún caliente de una sangre que hierve en el fuego de sentimientos vírgenes. A.B.B. 6 de diciembre de 2012
Año tras año el frío vuelve y nos quejamos de sus efectos mientras lo vemos tras el cristal. No nos olvidemos de los que sí saben lo que es pasar frío. No nos olvidemos de que somos seres afortunados tocados con la varita mágica de la suerte. No cerremos los ojos ante el infortunio ajeno, porque el no querer ver no nos librará de la epidemia del egoísmo que nos convierte en piedras. Y la suerte no siempre ha de estar de nuestro lado. Abramos los sentidos al mundo real y no vivamos en un inexistente paisaje de cuento. Como cada noche desde hace tanto tiempo que ni siquiera él mismo recuerda, Manuel se acurruca bajo sucios cartones intentando protegerse del frío; o quizá, bajo ellos, como si de una capa élfica se tratase, lo que desea es ser invisible a los ojos del mundo. Ese mundo que día tras día le ha dado la espalda. Ese mundo que intentó comprender sin conseguirlo. Ese mundo lleno de vida, de una vida que ve pasar delante de sus ojos sin detenerse, sin siquiera darle tiempo a levantar su mano para intentar rozar la estela de luz que se agita a tan solo un palmo de la punta de sus dedos. Esta noche, como tantas, su única compañía es el arrugado envase de vino que le calienta por fuera y le destruye por dentro. El néctar envenenado le ayuda a dejar fuera cualquier tipo de pensamiento. Se limita a dejarse llevar por el sopor que produce la embriaguez anhelando que su mente se torne oscuridad. Mas hoy no lo consigue. De alguna parte de su desarropado cerebro llegan recuerdos que sin haber sido invitados, se sientan de golpe en su destartalado corazón haciendo que sus muelles se claven hasta el fondo de sus entrañas. Esta noche mira sus manos temblorosas y llora en silencio los tiempos en que servían para acariciar. Cierra los ojos y una furtiva lágrima lo arrastra a una época en que todo estaba donde tenía que estar. Recuerda el olor del café recién hecho, el beso de buenos días de su mujer, el agua caliente entonando sus músculos, los lametones de aquel chuchillo que apareció una tarde en la puerta de casa, medio muerto de pena y hambre. Recuerda pasear la vista a su alrededor y agradecer tanta felicidad. La lágrima se ha secado a mitad de camino entre su cuello y su alma, cuarteando la maquinaria que bombea su desteñida sangre. Duele. Es un dolor infinito que lo hace retorcerse y gemir. Recordar le está pasando factura, pero no puede dejar de hacerlo. No quiere. Desea terminar con esto de una vez. Se obliga a recordar la mañana en que todo cambió. Al llegar a la oficina una carta de despido le dio la bienvenida a un mundo al que no había imaginado viajar. A partir de entonces, los días lo arrastraron a los bajos fondos de la derrota. No encontró salida. Empezó a beber para olvidar. Cuando recordaba haber olvidado se sentía miserable. Pese a ello la debilidad se agarró a su cuello dispuesta a ahogarlo a la menor oportunidad. Pasaron los meses y las deudas se acumulaban a la par que se acumulaba su decadencia. Una tarde fría y gris, su mujer le dijo que no aguantaba más, y se marchó. Cerró la puerta y nunca regresó. Los amigos desaparecieron como desaparece el humo de un cigarro. Se quedó solo, sin más compañía que aquel chuchillo al que no parecía importarle que se estuviera volviendo invisible. El tiempo se había convertido en su más sanguinario enemigo y cuando en su mente se dibujó la efímera esperanza de poder vencerlo, llegó la puñalada certera de manos de aquella carta de desahucio. El poco mundo que le quedaba desapareció bajo sus trastabillantes pies. El pinchazo le dolió inmensamente, al igual que le está doliendo ahora. ¿En qué se había equivocado? ¿Cuál había sido su error? Quizá confiar demasiado en que las cosas desagradables siempre les pasan a los demás; no prever el punto débil por el que las fortalezas, aún las más inexpugnables, son atacadas; olvidar que en la vida no hay nada seguro, que lo que un día amanece radiante de luz al siguiente puede convertirse en sombras. La batalla lo sorprendió desarmado y ya no hay vuelta atrás. No le queda honor, ese cruel invento del hombre que tantas vidas destroza. No le quedan fuerzas para seguir luchando contra un mundo que lo ve como un despojo digno de compasión pero no de ayuda. Ya no quiere nada de esta vida que alguna vez tuvo entre sus manos. Duele. El pinchazo es más fuerte que el anterior y sabe que esta vez sí. Lo único que lamenta es abandonar a aquel amigo que rescató de una muerte segura y que lo mira con ojos acuosos que gimen mientras le lame su mano casi inerte. Se despide de él, le desea suerte con una última caricia y apretando los ojos se deja llevar hacia un tiempo sin tiempo donde espera descansar y olvidar que un día paseó por aquel camino mal llamado humanidad. A.B.B. 4 de diciembre de 2012
Algún día, en algún lugar con mi lengua dibujaré mariposas en tu pecho y las pintaré con besos. Con mi aliento les daré vida, se desperezarán ansiosas en el mundo de tu cuerpo, abrirán sus alas y con la mirada puesta en el horizonte de tu piel revolotearán decididas a explorar cada centímetro de tu geografía. Algún día, en algún lugar sus colores serán la bandera a la que jurarán lealtad mis deseos desterrados de patria. Algún día, en algún lugar... A.B.B. 3 de diciembre de 2012