lunes, 3 de junio de 2013

Solo el amor nos salvará


De repente y sin avisar, como casi todo en esta vida, algo ha cambiado en mí. Siento que formo parte de un todo. No un todo llamado sociedad, ni siquiera orden mundial. Es algo que va mucho más allá. La sensación de que cada cosa, cada persona, cada animal, cada piedra, e incluso cada palabra están en sincronía. Que todo tiene una razón de ser, aunque nadie nos explique cuál es. Que podemos convertir lo feo en bonito, lo duro en llevadero y que el sufrimiento es necesario en nuestro camino hacia la comprensión. Incluso el dolor está en sincronía con el dolor ajeno, porque nada es ajeno. Todo está ahí para que lo compartamos y nos ayudemos unos a otros.
Siempre he dudado de que mis palabras sirvieran para algo. Ahora sé que sirven. Normalmente me sorprendo a mí misma porque no sé de dónde vienen, no sé cómo sé lo que sé, pero ahí está y se manifiesta como si cada letra tuviera vida propia.
El otro día, cuando escribí El sonido del vacío, tuve la sensación de estar metida en un mundo desconocido -porque mis clases de música están, o eso pensaba, más que olvidadísimas- pero donde mis sentimientos estaban en armonía con algo que no puedo entender. Normalmente la "inspiración" suele llegarme antes de caer en el sueño o clavada en mi mente al despertar. Y es porque, en realidad, todo está ahí, en ese subconsciente consciente de que a menudo se convierte en inconsciente. Todo lo que necesitamos está dentro de nosotros. Quizá por eso lo material sea algo que nos acompaña pero no nos llena. No tiene la energía ni el calor sentimental que nos hace falta para vivir. Ayer, en dos conversaciones distintas, solté dos frases que se me quedaron grabadas. "En realidad necesitamos tan poco que casi nadie es capaz de dárnoslo" y "Con lo fácil que sería la vida si todos fuéramos de cara y siendo como realmente somos". 
Hay personas que no son capaces de entender esto y puede ser que no lo entiendan nunca a lo largo de su vida. No están preparadas. Sus corazones no están preparados. Están atrapados en sentimientos ancestrales de culpa, en sentirse necesariamente indispensables y en deudas establecidas. No se dan cuenta de que a los únicos que se deben algo es a sí mismos. Han de comprender que se deben a sí mismos como manera fundamental de darse a los demás, que quererse uno mismo es el mejor modo de repartir amor, que la sinceridad es muy peligrosa pero es el arma que realmente nos salvará cuando estemos en peligro. No son uno, ni dos, ni tres. Son muchos los que piensan así. Quizá demasiados. Pero es su camino y nadie puede "ver" sin estar preparado para abrir los ojos. No podemos intentar convencer de lo que uno no quiere ser convencido, pero todos nos necesitamos. La mayoría de las veces ni siquiera sabemos cómo o por qué, o no queremos saberlo porque nos haría luchar contra lo que no queremos luchar. El miedo, la angustia de no saber qué pasará y la frustración, nos impiden oír los gritos del corazón. Estamos rodeados de tantas músicas que no podemos escuchar el sonido de nuestra propia alma. Las almas no son egoístas; son puras e individuales. Somos nosotros, con nuestra sordera, los que impedimos que sean como son. Las encarcelamos como si fueran las culpables de lo que nos pasa. Es demasiado difícil escuchar lo que el corazón intenta desesperadamente decirnos y ninguno queremos dificultades. Es más fácil echarle encima capas y capas de normas, preceptos y palabras como "no puedo hacerlo".
Todos podemos hacerlo, otra cosa es que queramos. Yo no quiero ser boxeadora porque no me gusta el boxeo, pero si me gustara, vencería el miedo a que me partieran la cara y me esforzaría al máximo cada vez que saltara al ring. Y eso es lo que hago. Vencer mis miedos y luchar por conocerme a mí misma y por ende a los demás. No es tan difícil. No es imposible. Hay corazones con los que se conecta sin ningún esfuerzo y otros con los que no. Eso no es malo. De todo y de todos se aprende. Y una vez que has aprendido es imposible olvidar, por mucho que queramos hacer como que no sabemos. Gastamos demasiadas fuerzas y energía en mentirnos a nosotros mismos, en ocultarnos lo que sabemos, cuando lo que deberíamos estar haciendo es compartir la simplicidad de la vida. Sí, necesitamos tan poco que casi nadie es capaz de dárnoslo. Y sí, la vida sería mucho más fácil si fuéramos de cara y siendo quienes realmente somos.
Aunque lo parezca no me he drogado, ni he bebido, ni me he hecho de ninguna secta. Simplemente he comprendido un poco más a mi corazón. Y el mío no es egoísta ni nunca lo será. He dejado de intentar cambiarlo, y ahora es él quien me cambia a mí. Yo solo soy su medium y os puedo asegurar, que es algo precioso que no todo el mundo entenderá, ni pretendo que lo hagáis si no es vuestro momento. Todo es posible cuando se quiere hacer posible. Y aunque de manera muy salvaje, el sufrimiento es lo que remueve con fuerza lo que llevamos dentro, y que de otra forma, seguramente, siempre estaría dormido. Es difícil despertar con suavidad a quien duerme como un tronco.
Pero lo verdaderamente difícil es convertirlo en ese amor con mayúsculas que todos necesitamos, porque no podemos dar lo que no sentimos. No nos lleva a ninguna parte.



3 de junio de 2013

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