Hace muchos, muchos años creía en los santos. En concreto en éste. Después de que se lo comiera un ogro, como dice alguien por ahí, no me quedó más remedio que hacerme atea. Ahora sólo creo en demonios tatuados que galopan a lomos de sus amantes quemando ruedas y viviendo al límite. La culpa es de los ogros, ya lo decían en los cuentos.
A.B.B. 15 de junio de 2012
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